
Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
J. L. Borges
J. L. Borges
martes, 6 de abril de 2010
Todos los martes a las 17:30 horas el timbre suena o me llega un mensaje de texto diciendo "estoy afuera". Salgo a abrir con mi mejor cara de costumbre (aunque sé, que como siempre me va a sorprender, que nunca voy a terminar de conocer lo que ocultan y lo que dicen cada uno de sus gestos). Él entra y pone música(últimamente elige Almendra), pispea un poco la compu y se siente como en su casa. Entre beso y beso el me cuenta su vida, yo la mía y siempre, por alguna razón, terminamos en mi cama que termina alienandose con el suelo como si fueran uno solo. Después de que la cama parezca haber sido arrollada por un Tsunami, él agarra la guitarra, pone Miles Davis de fondo (o algo de ese estilo) y me mira, se me queda mirando. Yo me acuesto a leer o a escribir o a dejar de ignorar sus miradas y devolvérselas con sonrisas. Entre mates y secas se nos pasa la tarde, nos reímos, nos divertimos y la música y los besos no dejan de hacer ruido, de romper todas las barreras de lo establecido. No nos importa si está bien, si está mal, si va a funcionar o se nos va a terminar yendo todo para el demonio. Vivimos el ahora, el presente, mi habitación transformándose cada martes en nuestro mundo.
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