El mundo

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Eduardo Galeano

Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
J. L. Borges

lunes, 12 de septiembre de 2011

El peor enojo

Yo soy de enojarme, de enojarme por poco tiempo igual, no suelen durarme los enojos, aunque eso no quiera decir que me los olvide, pero no le veo mucho sentido a enojarse con los demás. Pero hay algo que no puedo controlar y es terrible, es el peor de todos los enojos, el que me da más bronca, más tristeza: el enojo conmigo misma. 
No hay nada que odie más, siento que encima mis amigos intentan decirme "no están terrible, no es tan esto" y ¿Cómo hago para descargar el enojo conmigo misma? ¿Me grito? ¿Me echo en la cama del papa de Lukitas al lado de Jeszy para "autoflagelarme mentalmente"? No sé, no hay nada peor. Odio odiarme y sin embargo me resulta fácil. Me odio cuando me quedo dormida, me odio cuando cuelgo haciendo cosas, me odio cuando digo cosas sin pensar, me odio cuando critico y podría seguir teniendo una lista larga. 
Los errores que cometo conmigo misma, me hacen sentir que no hay solución, que fueron lo peor de lo peor y que no tienen ningún tipo de retorno atrás (salvo, claro, el reloj de Bernardo). 
Soy mi peor enemiga siempre y detesto a los enemigos. 

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