Nos quejamos de tantas cosas: de pasos que tomamos y nos arrepentimos sin posibilidad de volver atrás; de amigos que nos traicionan; o de la infinidad de injusticias que creemos, obviamente, injustas. Pero nosé si seré la única o no, que el mayo daño, el mayor dolor o el momento en que peor me pongo es cuando me peleo o algo así con alguien de mi familia. Es como que esa gente son tan nosotros pero tan ajenos a lo que nos pasa. En infinidad de ocasiones ellos terminan respondiendo por nosostros y sin embargo jamás vamos a terminar de conocerlos. Siempre dudé y tuve contradicciones en cuanto al tema de la relación familiar. No sé si será por mis problemas en relación a ellas. Jamás tuve la confianza necesaria y real con mi vieja. Con mi viejo por otro lado, la relación es distante y a su vez tiene una infinidad de cosas lindas y especiales del pasado.
Nose, será la ambiguedad que tengo contasntemente en ese tema, la diferencia en las relaciones con mi familia materna y la paterna. Con los primeros tengo se supone una relación de más confianza pero no llega a ser suficiente. Mi prima más chica me lleva un año, un año y no nos vemos nunca, no compartimos nada más que algún encuentro medio fisura en plaza francia o en una ifesta Pelle. En fin, la familia no se elige

Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
J. L. Borges
J. L. Borges
jueves, 2 de julio de 2009
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