No sé como, si por leer "Hablemos mal de los hombres" o por una de esas razones sin sentido que hace que cada tanto esos pensamiento aparezcan, pero me di cuenta que como si fuera una película o algo así, la última vez que te ví como "algo" fue cuando te subías a un micro, bien de despedida. Y ahora que escribo esto me doy cuenta, también, que la última vez que te ví en mi vida fue una vez que para llegar tarde a francés fui a pedir el papel de la demora, empezé a cruzar todos los túneles del subte rápido (casi corriendo) y cuando llego al andén del otro lado, miro hacia el subte y ahí estás, en uno de los primeros vagones a punto de subirte y me mirás y te miro (y hacés el boludo) y yo te miro de nuevo para asegurarme de que eras vos, de que tenías el pelo largo y negro.
Y me causa gracia ver a esa persona que me marcó como nadie, que me cambio totalmente y que me hizo aprender mucho por última vez subiendose a un medio de transporte y seguir mirandolo mientras el subte o el micro arrancan y el aleja y yo me quedo (porque es así, vos arrancaste y yo me quedé y me sigo quedando y nunca voy a saber hasta cuando).

Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
J. L. Borges
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