
Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
J. L. Borges
J. L. Borges
sábado, 6 de febrero de 2010
Y no tenés derecho porque yo pensaba que nada, que te quería, que confiaba en vos y bla pero que ya está, que podía perfectamente defenderme de tus besos, pero no. Empezas con tus caricias, con tus abrazos, esperando el momento para descolocarme totalmente, porque sí, me descolocaste, me sorprendiste. De verdad pensé que podía, pensé que no me iba a pasar lo que me pasó; pero me besaste y a mi las piernas me empezaron a temblar, todo me empezo a temblar. Aunque no tenga en claro lo que quiero ni lo que me pasa, tengo en claro que como tus besos no hay, que son únicos y que no hay boca que combine tan bien con la mía como la tuya.
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