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Las 14:02 son, hae ya más de 26 horas que estamos viajando (y faltan dos más). No parece que hubiera pasado tanto tiempo. Me acostumbré al micro, a la ruta. Me gusta la ruta cuando se pone linda o cuando está oscuro y el cielo se llena de estrellas y el micro avanza. Quiero viajar, conocer, descubir gente, casas, paisajes, colores. BAÑARME de eso.
No puedo dejar de imaginar eso, irme por la ruta, meterme en cualquier lado (cámara en mano). Y mientras tanto con música sonando, miro por la ventana y es de no creer, la inmensidad de las montañas, de las mezclas de colores. El cielo, las nubes, el verde, el rojo, el amarillo. No sé para que lado del micro mirar. Te da todo una sensación de libertad y a la vez de encierro por estar acá arriba del micro, tan abajo de todo.
Cactus, muchos, parecen de mentira, están distribuidos en forma desordenada por exactamente toda la montaña. Tengo que conseguir una cámara (y una filmadora). Sí, me hace sufrir el hecho de estar maija de filmar y sacar fotos y no tener los medios. No me alcanza con escribir (mal) lo que veo, necesito las imágenes, el movimiento, el sonido.

Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
J. L. Borges
J. L. Borges
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