Primera fila saco, la primera fila para ver el atardecer y hacer volar, girar, revolcarse a mis pnesamientos, perdiendose, quizás, entre las letras de esta lapicera o entras las nubes y las piedras del lugar.
Y que lugar! Rodeados de nada, de todo, de energía que borta del suelo y de las nubes. Energía que te cambia, te limpia, te aliviana. Aire que te llena los pulmones de buenas energías.
Las nubes no están tapando, metiendose y llenando los espacios vacíos que encuentran. Pero nos esquivan, somos como un oasis en medio de las nubes.
Y las nubes decididamente nos esquivan, no quieren venir a jugar con nosotros ni tomar contacto. Pienso que es mejor. Mentira, me moría de ganas de saber y enterarme que cosas nuevas, renovadoras podían traer. Aunque quizás, es mejor que lo imagine, que yo con jeture sobre que podía traer. Total todo depende de la cabeza de uno. Si yo no dejo o no creo que la nube trae algo, no lo va a traer.
Si uno pudiera terminar de entenderse, de entender y manejar su cabeza, no creceriamos, no cambiaríamos, no nos equuivocariamos. Creo que eso es lo que quiero de mí: crecer, madurar, abrir más mi cabeza y entenderla.

Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
J. L. Borges
J. L. Borges
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